Hoy 12 de octubre, día de la hispanidad, la fecha cuando se celebra “El mundo nacido a raíz de la llegada de Cristóbal Colón a lo que hoy llamamos 'las Américas'", según escribe el periodista mejicano (no sé si debiera haber puesto mexicano) residente en España y colaborador de medios como El Confidencial y El Mundo, Mauricio Hernández Cervantes; mejicano y con esos apellidos, “vaya tela” que decimos por estas tierras. Pero un gran periodista Mauricio.
Y un inciso: en mi opinión, y supongo que la de algunos más, el reproche que debieran hacernos los americanos no es que fuéramos, los descubriéramos, les avanzáramos 3.500 años de civilización en un momento, sino por el contrario, que nos volviésemos, o nos dejáramos echar.
Pero siguiendo con lo que va la reseña hoy me voy a un compositor y
director de orquesta del otro lado del charco, que aunque nacido en territorio que
nunca fue español, si acabo sus días en Santa Monica, en el estado de California,
y eso si fue español; aunque la ciudad, Santa Monica, como tal, fue
fundada por John P. Jones y Robert Baker el 10 de julio de 1875, el nombre de
la ciudad proviene de una expedición española de 1769 liderada por el padre
Juan Crespi, quien al ver los manantiales del área, los asoció con las lágrimas
de Santa Mónica de Hipona, decidiendo bautizar la zona en su honor, ya que era un
27 de agosto día de la festividad de la Santa. Pero bueno, después de esto, a
quien me estoy refiriendo, pues al “El Genio de la Elegancia y el Cinismo en
Broadway”, tal como lo definieron en su época, Cole Porter (Peru, Indiana,
1893 - Santa Mónica, 1964)
Cole Porter no fue solo un compositor; fue la
quintaesencia del glamour y la sofisticación del siglo XX, un dandi que
tradujo la efervescencia de la alta sociedad y el cosmopolitismo en melodías
eternas y letras ingeniosas. Nieto de un magnate del carbón que deseaba verlo
convertido en abogado —una ambición que Porter cumplió brevemente al asistir a
Yale y Harvard Law School—, el joven Cole ya estaba irremediablemente atrapado
por el ritmo y la rima. Desde muy pequeño, mostró un talento musical
prodigioso, escribiendo su primera opereta a los 10 años. Este precoz genio,
impulsado por su madre Kate, quien incluso alteró su año de nacimiento para
hacerlo parecer aún más adelantado, estaba destinado a escribir el soundtrack
de una era.
A diferencia de muchos de sus contemporáneos, Porter
no tuvo que esperar para vivir como una estrella. Su fortuna familiar le
permitió un estilo de vida fastuoso, a menudo con un toque de excentricidad.
Tras un primer y rotundo fracaso en Broadway con See America First
(1916), Porter se exilió en la capital del arte y la indulgencia: París. Aunque
posteriormente le gustaba contar a la prensa que se había alistado en la Legión
Extranjera Francesa durante la Primera Guerra Mundial, su tiempo allí fue más
bien una mezcla de trabajo humanitario discreto y una vida social deslumbrante,
codeándose con intelectuales y artistas.
En 1919, selló su estatus social al casarse con Linda
Lee Thomas, una rica socialite divorciada y con un gusto impecable.
Aunque se sabía que Porter era homosexual (esto es historia no homofobia), su
matrimonio con Linda fue una sociedad de conveniencia, afecto y respeto mutuo.
Linda le proporcionó estabilidad social y un apoyo inquebrantable para su
carrera, convirtiendo su hogar en un centro de reunión para la élite europea y
americana. Este período parisino fue crucial, permitiendo a Porter refinar su
estilo y madurar lejos de las presiones comerciales de Nueva York.
A finales de los años veinte Porter regreso a Estados
Unidos y Broadway, marcando un punto de inflexión en su carrera musical el
éxito de su canción Let's Do It (Let's Fall in Love) (1928). A partir de
ese momento, Porter se convirtió en el compositor dominante de la Edad de Oro
del musical americano. Sus obras eran un crisol de elegancia, sofisticación, y
un cinismo mordaz. A diferencia de otros letristas, Porter no temía abordar
temas picantes, a menudo camuflados bajo dobles sentidos y juegos de palabras
astutos.
Sus letras eran conocidas por sus intrincadas listas
de rimas ingeniosas, elevando la canción popular a una forma de arte literaria.
Quién más podría rimar "Manhattan" con "Don't bring the Flatiron
Man to my flat then" o mencionar a "Mickey Mouse" y "Mona
Lisa" en la misma canción. Temas como Night and Day, la exuberante You're
the Top, la melancólica Begin the Beguine (mi favorita), la pícara My
Heart Belongs to Daddy y la atrevida Love For Sale se convirtieron
en clásicos instantáneos, inmortalizados por voces como las de Ethel Merman,
Fred Astaire, Ella Fitzgerald y Frank Sinatra.
Arriba tenéis, la que para mi es la mejor versión de Begin
the Beguine, la de la orquesta del
clarinetista Artie Shaw, quizás
un próximo domingo haga una incursión por este clarinetista.
Porter firmó más de veinte musicales de Broadway que
definieron el género: Anything Goes (1934), DuBarry Was a Lady (1939),
Panama Hattie (1940), Mexican Hayride (1944) y, quizás su obra
maestra, Kiss Me, Kate (1948), una brillante adaptación musical de La
Fierecilla Domada de Shakespeare, que le valió el primer Premio Tony al
Mejor Musical. Su música se caracterizaba por la calidad melódica, el ritmo
vibrante y una ausencia deliberada de sentimentalismo empalagoso.
Pero amigos, la vide es como
es y la vida de opulencia de Porter sufrió un giro devastador en 1937; mientras
cabalgaba en Long Island, un fatal accidente lo dejó con las piernas gravemente
heridas. Durante los siguientes dieciocho años, el compositor se sometió a más
de treinta dolorosas operaciones y vivió en un sufrimiento constante, con la
amenaza latente de la parálisis.
Asombrosamente, este período de dolor físico fue uno
de sus más prolíficos. Su determinación le permitió seguir creando éxitos,
componiendo muchas de sus canciones más importantes desde una silla de ruedas o
con la ayuda de muletas. El accidente no extinguió su chispa creativa ni su
legendario espíritu festivo. Continuó organizando y asistiendo a fiestas
glamurosas, a pesar de su condición. Su resistencia fue una prueba de que su
arte era más fuerte que el dolor.
Sin embargo, el sufrimiento lo alcanzó nuevamente. En
1958, tras un deterioro progresivo, su pierna derecha tuvo que ser amputada.
Este golpe final lo llevó a un retiro melancólico, cesando casi por completo su
actividad compositiva. Cole Porter murió en 1964 en Santa Mónica, dejando tras
de sí un catálogo de canciones que son pilares del Great American Songbook.
Su legado es el de un compositor que supo capturar la
alegría, la ironía, el deseo y la desilusión de la vida moderna con una gracia
sin igual. Cole Porter no solo escribió canciones; creó un mundo sonoro de
terciopelo, martinis, y elegancia atemporal, donde la música era tan
sofisticada como la vida que él mismo vivió.
Sus Canciones Esenciales son:
Para adentrarse en el universo de Cole Porter, se recomienda escuchar:
- Night and
Day (1932)
- You're the
Top (1934)
- I Get a
Kick Out of You (1934)
- Begin the
Beguine (1935)
- I've Got
You Under My Skin (1936)
- Easy to
Love (1936)
- My Heart
Belongs to Daddy (1938)
- Love For
Sale (1930)
- Every Time
We Say Goodbye (1944)
- Don't
Fence Me In (1934)
- So in Love (1948)
Puedes encontrar una selección de sus mejores obras en
esta colección: 27 Essential Cole Porter Songs. Esta lista de reproducción
ofrece una excelente visión general de las canciones más importantes de Cole
Porter.
https://www.youtube.com/playlist?list=PLcvFO4lyuy_vm564K51b26nWt9kevMaQe
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